viernes, 21 de abril de 2017

Amor dominical

Orlando es un buen hijo de familia.
Va a una buena Universidad que sus padres pagan gustosamente.
Saca buenas calificaciones. Le apasiona la música y ya que su carrera es afín al tema no es problema ponerle empeño.
Como buen hijo acompaña a misa a sus padres a la capilla cerca de casa todos los domingos. Aunque últimamente Orlando va más feliz que de costumbre.
En la misa lleva cantando un coro juvenil algunas semanas. Es tarea difícil para chicos jóvenes y aún adolescentes. Al principio había errores, no todas las canciones eran bien interpretadas, además de ser casi todas desconocidas para la comunidad.
Los comentarios no eran positivos: -No se escuchan- , -cantan bien feo-. Comentarios del estilo eran la regla.
Sin embargo las señoras de iglesia les apoyaban con dinero y muchos ánimos. Cuando había vendimia les invitan tacos y tamales. Incluso pagan los servicios del coro en misas especiales.
La chica lider es Mariza. Una joven que no pareciera contar con talentos especiales. Es una chica como cualquier otra. Aún sin los 20 años cumplidos y con una carrera de ingeniería a cuestas Mariza hace todo lo que puede por cumplir dignamente con esta encomienda autoimpuesta.
Ella hizo el coro, le dio forma, acompañada de su hermana y otros miembros, casi todos chicas más jóvenes que ella.
Es una chica interesante puesto que encuentra en cantarle a Dios un placer que pocos afortunados  descubren en estos tiempos seculares. 
Ha sido difícil para ella. Nada es fácil en la vida, y ser promotor y actor en un proyecto propio que involucra a la comunidad es más difícil todavía. Sin haber pasado por la prueba del Cristiano nunca lo hubiera conseguido. 
La prueba del Cristiano es un paso sencillo que todo Cristiano que ha logrado algo para Dios ha experimentado. Consiste en ponerse de rodillas en la presencia del Dios vivo y pedir por servidumbre. - Dame fuerzas señor proque esto es para ti -. En la misma medida en que es extraña la escena para el mundo de hoy, es efectiva y todo el que ha pasado por dicha prueba lo sabe. 
Todo se acomoda con el favor de Dios, y el deseo de servidumbre es concedido. 
Tal vez ese acomodo místico y amoroso fue le que endulzó la voz de Mariza un día que Orlando iba a misa con su familia. 
Ya los había escuchado antes, al coro de la capilla. Pero nunca como aquél día ... Ella cantaba de pie mientras tocaba su guitarra. Su fleco llegaba justo a sus ojos que a veces se cerraban al cantar, su cabello rizado se mecía suavemente al tocar. Muy concentrada en el canto, ella y el Señor, apenas recordaba la presencia de los otros. Pero él estaba ahí admirándola, viéndola y escuchándola ... contemplándola como a un ángel.
Ese día supo que ella sería parte de su historia y el de la suya. Para su familia era evidente el efecto que la joven tenía con el pequeño Orlando. Seguramente que en las comidas familiares le recordaron aquella mirada clavada en la chica, aquella actitud contemplativa.
Un día se decidió. Se acercó a la joven al finalizar el canto de salida. Se presentó y se ofreció como miembro del coro. Sabía tocar varios instrumentos y tendría mucho que aportar al coro que apenas y se podía mantener. 
Así pasaron ocho largos meses.
Ocho meses Orlando tardó en tocar el corazón de Mariza quien a pesar de no encontrarlo atractivo físicamente le tomaba un cariño cada vez mayor. 
Un día Mariza se sorprendió a si misma hablando de lo maravilloso que era Orlando a un amigo suyo ...  Entonces lo supo ... el le gustaba y ya era hora de aceptarlo.
Orlando aportó al coro mucho y el coro mejoraba en calidad, en cantidad de personas y en el apoyo de la comunidad. 
La gente ha empezado a cantar las canciones nuevas, antes desconocidas. Los comentarios referentes al coro se tornan positivos. 
Y los domingos puede observarse a Mariza cantando y a Orlando tocando detrás, muy feliz de acompañar el canto de su ángel.