- La Piedad Michoacán, 10pm. Manejo con cierta ansiedad por caminos desconocidos, escuchando 3 voces exasperadas: Mi madre, mi tía y mi intuición. Las tres me hablan a la vez y me pierdo por ratos, pero sé que saldré bien librado de ésta. Tu me esperas hace un par de horas en Celaya y yo voy a ir a tu casa. Si me preguntaran ahora el por qué debía yo ir a verte en aquél viaje desde Guadalajara diría que era el destino. Pero aquel día no tenía una respuesta, simplemente una convicción. Sabía que te vería aquella noche ... y así fue.
- San Miguel de Allende, Gto. El sueño y el cansancio pudieron conmigo y el bajón de la tarde me da con todo. Tu y ellos se ríen de mi ruin condición. La tarde es bella, la gente está alegre. Hasta la fachada neogótica de cantera rosada, erguida majestuosamente frente a la plaza donde nos encontramos, pareciera burlarse de mi. Pero no importa porque estoy donde quiero estar. Me llega un segundo aire y la tarde pasa entre historias, risas y caminatas. Un grupo de amigos renace, un bello pueblito es testigo.
- Parroquia de nuestra Señora del Sagrado Corazón, colonia Pencil, 11:00 pm aprox. Estaciono el auto donde no me siento expuesto a un asalto y entro a la parroquia. Tu cantas la salida, la adoración concluye. Bajas de aquel lugar privilegiado que hay en todas las parroquias y que solo conocen los cantores. Nos formamos para el tamal, el pan y el atole de cortesía. Viajaremos al norte durante una hora hablando de temas sin importancia. Algunos actos no necesitan de las palabras para ser importantes.
- Afuera de los baños de la cineteca nacional. La noche era fresca y el ambiente relajado. Acabábamos de ver la película y ésta dominaba mis pensamientos. De pronto un relámpago destruyo óodo cuanto pensaba, y solo quedó un único pensamiento omnipresente: "Estás saliendo con ella, ¡ELLA!". Justamente aparece ella, aproximándose bajo los oscuros árboles. Las luces tenues me la revelan y la miro ... la miro ...
- Metrobus Etiopía linea 2, 10:00pm, la gente sube y baja de la estación. En una orilla junto a la puerta de hierro de la estación hablamos de desamor. A pesar del tema sonreímos, estamos felices de hablar y estar juntos. No nos tocamos. La gente nos ve, pero no estorbamos. Ella se ve linda ... inusualmente linda. Nos despedimos con abrazo amistoso.
- Andador Gante. Nos sentamos en una jardinera a comer pan de La ideal.
Hablamos de amores pasados que duelen. Nos reímos de una pareja
calenturienta. Ella luce pandrosa pero fresca. Luce bonita, se nota el
cuidado del atuendo aún en la pandrocés. Le cuento de aquella mujer por la cual compré un costal de box en la calle Venustiano Carranza a escasos 20 metros de distancia. Vaya pláticas las mías. Ella escucha, comprende y cuenta a su vez experiencias. Yo escucho, comprendo y entiendo que la dinámica funciona. Hecho menos común de lo que se podría suponer.
- Paseo de la Reforma frente al jardín botánico de Chapultepec. Noche fría con lluvia tupida. Una parada de camión nos resguarda. Ahí juntos de pie sobre el asiento de la parada miramos la lluvia caer y los autos pasar. Un microbus golpea un auto en la defensa trasera a la luz de los árboles de copas coloreadas. Hablamos de amores, no del nuestro pues ese aún no existe ...
- Paseo de la Reforma, junto a la puerta de los leones. La lluvia inundó la banqueta y trepados como changos en la reja negra del bosque intentamos avanzar sin mojarnos los pies. Un teporocho nos imita y tu sientes el vaguido de un asalto imaginario. Un niño de la calle se empapa feliz, la noche hace lucir la estela de luz que ya no hace nada sino existir y brillar. Nos alumbra mientras seguimos hablando de amores, breves y dolorosos, explosivos, locos e inadecuados.
- Metrobus Reforma. Se hace tarde y la prisa apremia. Estamos sentados en la entrada de la estación. Yo recito mi letanía sobre qué significa estar casado y tu lloras con amargura que te cuesta compartir. Me atrevo por fin a ofrecerte mi hombro con un gesto simple pero que me cuesta realizar. Estoy feliz y acongojado, lo último por tus lágrimas, lo primero por estar ahí para contenerlas. Nos despedimos mientras me hablas de tu padre ... un abrazo no tan amistoso ... un abrazo que indica que algo se rompió, algo cambió, algo nació.
- El sillón de mi abuela, 3:00am. Whatsapp sirve para poner el dedo en la llaga. Pones de manifiesto que algo hay entre nosotros, algo ambiguo, algo más que la amistad. El temor a la friendzone me hace retroceder pero tu no cedes. Finalmente me atrevo a poner una pregunta en tu boca: "¿Me gustas?" ... Y la respondo: "Desde siempre". De pronto un breve temblor, una emoción y un palpitar. Estamos lejos pero algo de nosotros se ha acercado ... quizá para siempre ...
- Restaurante La Periquita. 11:00 pm aprox. La discusión se torna rasposa y llega al punto más álgido. Una propuesta sobre la mesa me invita a retroceder en el tiempo a aquellos días de tranquilidad, en que la amistad parecía ser pura y tocarte era un pecado que no me atrevía a cometer. Mi mano es lanzada al frente con un ataque letal: tomar la tuya suavemente. Una lágrima sale de uno de tus ojos y la pregunta -¿Por qué me haces esto?- me hace arrepentirme por mi audacia ... pero es muy tarde para echarse para atrás ...
- Tren Suburbano, estación Cuautitlán. 1:00am. Iniciamos un viaje en bicicleta: yo pedaleo, tu lidias con el "cargamorras". 6 km nos separan de nuestro destino pero no importa mucho si estamos juntos. Las calles desiertas del Cuautitlán de madrugada nos ven pasar de manera lenta pero constante. La incertidumbre domina todos los aspectos de nuestra situación. Solo una cosa es cierta en mi corazón: -Las cosas no serán como antes ...- con esa convicción pedaleo, hacia lo incierto de un plan descabellado, el más descabellado. Tu lamentas no tener una fotografía de aquel y otros momentos bizarros.
- Escondida en la litera de arriba en mi cuarto te comunicas conmigo por whatsapp. En modo silencio el escaso metro de distancia que nos separa nos obliga a usar el Internet para transmitirnos pensamientos. Tu, contra toda probabilidad, pasarías desapercibida en esa casa, al otro día te marcharías oportunamente sin ser descubierta pero con el alto precio de no haber pegado ojo en toda la noche. Yo dormiría tranquilamente con el sosiego del último de tus gestos hacía mi: Tomarnos de la mano para decirnos: "buenas noches".
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