jueves, 1 de julio de 2010

El sutil llamado ...

Pasan apenas 10 minutos de las 6:00pm. Dos sujetos sombrios andan con paso extraño por el centro de un estacionamiento con lujosos autos colocados a los costados. Sus pasos son rápidos, pero carecen de aquella convicción de querer llevar a su destino a la persona que los da. El cielo se expande gris en su totalidad y una ligera llovizna moja los hombros y el cabello corto de estos hombres jovenes.
Cruzan con prisa ansiosa, indiferentes entre gente distinguida que se saluda y sonríe. Los Fracs y las corbatas contrastan con la vestimenta de aquellos dos. EL mas alto y joven, usa una playera vulgar con un pantalón de mezclilla, vestimenta a doc con su endurecido gesto; su compañero lleva una camisa vieja a cuadros y un pantalon de vestir negro, en un intento pobre por disfrazar su desganada actitud.
Atraviezan una entrada bifurcada de iglesia, de esas que tienen en su base un especie de camara, con puertas por los costados.
Entran por la puerta de la derecha. El recinto es grande, elegante y esta bien iluminado por vitrales de San Jose Obrero y potentes bulbos. Las bancas caen en declive hacia el frente, su barnizada madera hace juego con la duela en la parte baja de las paredes y en el piso de la zona del altar que aciende poco menos de un metro sobre la primera fila a manera de escenario. En una sillita, tras un reclinatorio hubicado frente al altar, se sienta una bella quinceañera que mira al frente nerviosa, solo el peinado, la espalda y su delicada nuca se pueden distinguir con claridad desde la entrada. Su elegante familia y algunos amigos ocupan las primeras hileras y un coro bien vestido esta sentado en bancas a la derecha del altar.
Al momento de ingresar de los jovenes, el coro entona un sublime "Señor ten Piedad". El mas joven de los sujetos se queda estupefacto un momento, pues tenía cierto tiempo que rehuía a las misas. Mientras tanto, el mayor toma asiento en la orilla dercha de ultima banca de la derecha. Pronto el menor despavila y de mal modo se reune con el otro en aquel cómodo rincón.
La misa transcurre apagada, la familia no puede (o no quiere) participar en ella y no se escucha el eco de los feligreses. El Padre, hombre joven y enérgico no se deja desanimar y pone todo de su parte para dignificar la celebración. La primera lectura trata de no buscar alimento ni vestimenta, sino el Reino de Dios, pues lo primero llegaría por añadidura si se busca lo segundo. Al escucharla los dos jovenes se revuelven incomodos en sus asientos, pero mantienen la calma ...
El Evangelio habla sobre las vocaciones y los elegidos de Dios. Con ésto, el más joven suelta una expresión altisonante en voz apenas audible y baja la cabeza con coraje, mientras el mayor le mira entre compasivo y desconsertado.
¡Que ironias parece urdir la Palabra de Dios! ¿Porqué en un lugar y una fecha especiales para tanta gente, se complace en dirigirse hacia aquellos lejanos jovenes que no se han vestido siquiera para la ocasión?
La Quinceañera recibe un sermon del cual seguramente poco recordara, la gente se adormila y murmura, los dos jovenes callan y meditan, el mas joven luce molesto y con el corazon endurecido.
Cuatro bellas damas perfectamente vestidas entran al recinto con prisas y movimientos convulsivos. Pronto se tranquilizan y ocupan el espacio junto a los jovenes. Un caballero les acompaña, y toma asiento en la banca inmediatamente al frente. La que ocupa el lugar proximo al joven perturbado distrae la atención del mayor. El y ella se mirán fugazmente y se nota el amor presente en la rapida conexión. Sin embargo el mayor no hace mas esfuerzos por comunicarse con su amada, sabe que aquello puede turbar aún mas a su compañero.
Llega el ofertorio. El coro, apartando un poco la sublimidad que lo caracteriza, entona un canto alegre. La primera voz, de mujer y con calidad angelical, despierta un fuego que parecia extinto en aquellos jovenes. El menor, violentamente, se lleva una mano al rostro y comienza a llorar cabizbajo y el mayor le rodea con un brazo y comparte su llanto. A la hora de comulgar solo el mayor pasa, pero en el menor se nota la calma de aquel que dice -Aún no, espera un poco, tengo algo que enmendar antes-
La misa concluye. Ellos salen pronto, antes de que la quinceañera les vea. Caminan con las manos en las bolsas bajo la lluvia que ha arreciado.
El mayor pregunta al menor: - Oye wey, ¿De dónde es esa pinche canción del ofertorio?-, -No se wey, pero ¡Que pinche canción!- Ambos la recordaban de tiempos lejanos, pero no sabían de donde exactamente provenian estos recuerdos.
-Yo creo que Él se la guardo para esta ocasión.
-Si wey, tantos cantos y nunca nos lo hemos topado ...
-Me da la impresión de que te ama bastante, mira que incluso una misa tan apagada ha utilizado para vovlerte a llamar.
-Ja- Termina el menor con una sonrisa.


Fin =)

1 comentario:

Felipillo del bosque dijo...

Como que todo pasa allá en una dimensión desconocida y aquí se manifiesta eso ¿no? ¿Qué es coincidencia o simplemente la vida que vivimos y ya esta vivida?

Suerte canijo